Esther, durante este año, como una pepita de uno de los PEPEs en Bolivia, demostró mucha superación y coraje a pesar de su situación. Al principio, ella era un poco tímida, le asustaba las cosas nuevas, hablaba poco y no tenía muchos amigos, siempre se aislaba en el recreo. La educación le parecía difícil, ya que sus compañeros de clase ya estaban avanzando más rápido.
Vive con su madre, Norma, y sus seis hermanos, siendo el menor de ellos solo un año más joven. Su padre vive en Oruro, una ciudad lejana, trabajando como albañil, y envía algo de dinero a su familia cada mes, pero eso no parece satisfacer sus necesidades. La madre cuida de sus siete hijos y no tiene tiempo para trabajar, a pesar de vivir en una casa alquilada que ni siquiera tiene paredes.
Son un ejemplo de superación y resiliencia. La madre hace todo lo posible para pagar las cuentas de la familia, mientras los hijos se esfuerzan por seguir estudiando, pues aspiran a ser profesionales y apoyar a la familia. La madre es parecida a Esther, pues, a pesar de todas las circunstancias en que viven, se esfuerzan mucho. La distancia que tienen que recorrer todos los días para llegar al PEPE es superior a 1 km, llena de laderas en la carretera. A veces, Esther y su madre llegan cansadas del largo viaje y un poco tarde, y en la salida son sus hermanos quienes la buscan. A pesar de todo esto, su madre siempre encuentra una manera de preparar un delicioso aperitivo para ella.
La dedicación de tiempo extra de la Misionera-Educadora del PEPE ayudó a Esther a alcanzar el nivel académico de sus compañeros. Ella ya sabe contar hasta 15, reconoce y escribe los números de la misma manera que aprende las letras del alfabeto y comenzó a unir las letras para formar palabras. Su comportamiento es uno de los más tranquilos en la habitación; en el recreo, ahora juega con todos sus amigos, que también juegan con ella. Además, ella destaca en las clases de educación física, mostrando mucha habilidad en saltos altos y bien coordinados, lo que causa admiración entre los compañeros.
Es una gran alegría ver cómo Esther ya sabe unir las manitas y cerrar los ojos para orar antes de comer, transmitiendo esta misma costumbre a la familia. Según su madre, Esther reza antes de las comidas y cuenta las historias bíblicas que conoce. Sin duda, son un ejemplo que vale la pena imitar, porque a pesar de sus muchas limitaciones, ella y su familia siguen avanzando. ¡Gracias a Dios que el PEPE llegó para Esther y su familia, porque esa iglesia tiene una visión misionera para alcanzar a los niños para Cristo!
Hay muchos niños en Bolivia y en el mundo que necesitan nuestra ayuda.
Mary Luz Fonseca – Coordinación nacional del PEPE Bolivia
Carmen Ligia – Edición de texto
Traducido por Déborah Christina Alves