Celebramos en el día 15 de mayo la alegría de inaugurar una nueva unidad en El Salvador, completando así veinte unidades en pleno funcionamiento en nuestro país. Ahora hemos llegado a un total de 396 niños y niñas que tienen nuevas oportunidades para un mejor mañana, no solo estudiando, sino también siendo amados y respetados, recibiendo una atención completa en el PEPE.
Quiero compartir con ustedes la historia de la transformación de la vida de uno de nuestros niños. El pequeño Johnny es un estudiante de nuestro PEPE. Tiene 6 años de edad y vive con sus padres y hermanas. Cuando comenzó a asistir al PEPE, era un niño violento y muy agresivo, incluso, haciendo uso de muchas palabras inadecuadas. De todos modos, su comportamiento no era apropiado en absoluto. La misionera educadora notó que había algo en Johnny que lo hacía comportarse de esa manera y comenzó a prestarle más atención y cuidado, separando un tiempo diariamente para sentarse y hablar con él. El hecho era que sus padres y hermanas no eran cristianos y que a menudo tenían problemas serios en el hogar. Como consecuencia de la falta de estabilidad dentro de su propia casa, el niño comenzó a presentar ese mal comportamiento. Nuestra misionera educadora comenzó a tratarlo más profundamente, invitándolo a ir a la iglesia, hablándole sobre su familia y el entorno de su hogar. Así es como, con el tiempo, nuestro pequeño pepito comenzó a sentir la confianza que le ofrecía la misionera y poco a poco su comportamiento comenzó a cambiar no solo con la misionera educadora, su maestra, sino también con sus compañeros. Comenzó a llegar más feliz al PEPE, a prestar la debida atención a todo lo que le era enseñado, a trabajar con excelencia en actividades individuales y, de repente, para la sorpresa de todos, se ofreció a ayudar a distribuir la merienda a los demás niños y niñas, lo que nunca había aceptado hacer anteriormente.
Ahora Johnny es un niño diferente y la misionera educadora está trabajando con él para que pueda recibir a Jesús como su Señor y Salvador. Con mucha oración, fe y especialmente amor, esperamos que sea un niño más que ha sido rescatado del riesgo social y que tenga un impacto en su familia y comunidad.
Observación: Cambiamos el nombre del niño para proteger su identidad.