Los niños/as aprenden los valores y principios cristianos a través de diferentes circunstancias, o simplemente observando nuestra manera, o no, de actuar, ya que influimos de manera negativa o positiva en la vida de quienes nos rodean, especialmente de los más pequeños.
Los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo del niño/a, siendo la base de todo lo que vendrá después. Este es un período fundamental, en el que el cerebro tiene una gran plasticidad para remodelarse, teniendo una mayor predisposición para el aprendizaje.
Cuando el niño/a tiene un encuentro con Dios, a través de su transformación de vida, también se puede llegar a la familia. Para un niño/a, no basta con brindarle sustento y consuelo, el amor y el cuidado emocional son indispensables, ¡y eso nos enseñó Jesús!
Hoy en día, vemos que los niños/as que sufren diferentes dificultades como: discapacidades físicas y mentales, desnutrición y pobreza, violencia, drogas, diversas enfermedades y injusticia social, tienen más probabilidades de perder la vida por tales factores. También es triste ver que los niños/as son objetivos fáciles para ser golpeados y masacrados con ideas, pensamientos y filosofías engañosas que quieren dañar sus vidas.
No podemos seguir de brazos cruzados viendo en los medios que nuestros pequeños son víctimas de las atrocidades del mundo, ellos necesitan amor y políticas que garanticen su integridad. ¡Necesitamos actuar en nombre de ellos hoy, si queremos ver un mundo mejor! Es lo que les enseñamos hoy, con nuestras palabras, y especialmente con nuestra conducta y testimonio, lo que marcará qué tipo de personas y iglesias serán. El futuro se construye en el presente.
¡Recordemos que un niño/a tiene toda su vida para servir al Señor! Es necesario priorizarlos, porque a través de ellos construiremos un nuevo paradigma para el mundo de hoy y de mañana. Por eso necesitamos urgentemente llevar los niños/as a Jesús, sin excusas como «después», «cuando crezca», «cuando entiendas las cosas de Dios», etc.
¡La hora es ahora! Necesitamos tener las puertas de nuestro corazón, los templos y todas sus instalaciones abiertas para brindar servicios y ser instrumentos de salvación y restauración para la comunidad que nos rodea. Tenemos que marcar la diferencia, especialmente para toda la comunidad infantil. ¡Una Iglesia que se preocupa por los niños/as es una Iglesia que se preocupa por su presente y su futuro!
“Dejen que los niños vengan a Mí, y no se lo impidan” (Lucas 18:16)
Un abrazo lleno de gratitud de su misionera,
Lidia Klava da Silva
Traducido por: Nadia Naiara Veras Araújo