Soy Noemí, Misionera-Educadora del PEPE Abrojitos y, yo tengo casi 70 años, sirvo al Señor con misiones que cuidan de muchos niños en mi ciudad. Nuestro equipo de PEPE está creciendo para ver cómo Dios está enviando a niños y niñas con autismo para ser amados y cuidados. En 2018, una familia vino a nuestro PEPE trayendo a Vicky, la hija autista, vivían a una cuadra del templo donde funciona el proyecto y a esos padres les impresionó el cariño de todo el equipo del PEPE. ¿De qué manera ayudamos a Vicky? Simplemente nos la amamos, la visitamos en casa y fuimos pacientes con ella. Los otros niños la aceptaron tal como era y no tuvieron problemas para compartir con ella. Pero para nosotros, había mucho más que se podía hacer, simplemente no sabíamos «cómo».
El año pasado, una familia de Buenos Aires vino a nuestra iglesia. Los padres son Anabela y Marcos, profesionales del Servicio Penitenciario Federal. Ella se ha convertido y tiene una triste historia en la infancia, y él, que no era cristiano, con una depresión mucho profunda. Vinieron con sus hijos: Anabela y Joaco. El traslado a la ciudad fue traumático para la familia con la separación de los parientes al mismo tiempo que hubieron dejado sus casas y amigos del trabajo y la escuela. Cuando Joaco llegó a PEPE, pasó el día gritando, gritando y gritando. Tenía una mirada perdida, no entendía lo qué estaba sucediendo en torno a él. Los educadoras misioneras lo recibieron con amor y paciencia, tal como lo hicieron con Vicky. Los otros niños estaban un poco asustados y tuvimos que explicarles que todo estaba bien, que debíamos tener paciencia con Joaco y tratarlo bien, nuestro objetivo fue promover una convivencia para una buena adaptación del niño con todo el PEPE, y todos pronto se adaptaron a esto. Desde el primer día percibimos que le gustaba los animales en una imagen del arca de Noé, y así comenzamos a cantar algunas canciones suaves que escuchó con atención y placer.
Pero surgió un problema: el equipo del PEPE estaba preocupado porque no sabían cómo lidiar con ello y seguir trabajando con los otros niños al mismo tiempo. Dios entonces nos envió a Romina, madre de una de las niñas del PEPE, una cristiana que trabaja con niños especiales, y le dio al equipo algunas indicaciones sobre cómo hacer que Joaco se adaptase al ambiente de lo PEPE. Ella acompañó al equipo mostrando el trabajo a ser hecho y enseñando cada paso a ser dado con mucho amor. Romina destacó la importancia de un acompañamiento personalizado para el niño, y que siguiéramos ayudando a otros niños en la realización de las actividades, pero siempre supervisando a Joaco. Otro punto destacado fue que el equipo debería anticipar lo que estaba por venir, esto es, anticipar actividades con pictogramas, tales como rutinas. Lo increíble fue ver cuán rápido se adaptó y qué nerviosismo del primer día pasó.
Su padre comenzó a estudiar la Biblia con un grupo de hombres y recibió a Jesús como Salvador, terminó su licenciatura como cinesiologista y se convirtió en profesor de educación física, y ellos pudieron ver la mano de Dios trabajando en muchas cosas. Marcos sigue acompañado de su estado de depresión, todavía con la ayuda profesional y la de su nueva familia cristiana. Todo esto evidentemente tranquilizó a su hijo, Joaco, que ya asistía a la escuela bíblica los sábados y cantaba las canciones de PEPE y es emocionante ver como busca su forma de relacionarse con otros niños.
Todos los niños y niñas necesitan ser amados, respetados, cuidados, valorados y enseñados con amor y paciencia para que aprendan a vivir, incluidos los niños autistas. ¡En PEPE podemos hacer la diferencia para cambiar generaciones!
Lic. Noemí Rebollo de Boretsky – directora de PEPE Abrojitos, Argentina
Traducido por Estela Soraya Alves