En una ciudad de Venezuela hay una unidad del PEPE ubicada muy lejos. En esa ciudad las crisis sociales son grandes y muchos niños y niñas, cuyos padres son adictos a las drogas o viven en la prostitución, acaban entrando en la delincuencia, aprendiendo a usar las armas y robando. Muchos de ellos acaban abandonados y viviendo en la calle. Al no tener qué comer, no tener quien los cuide, no estar protegidos, caen en las trampas de personas sin carácter y se insertan en grupos criminales. Es justamente por eso que esta unidad es conocida como el PEPE en el último lugar de la tierra.
Dios, que conoce los corazones y ama a esos niños/as, envió a María, nuestra valiente misionera-educadora que, durante 4 años, ha ido marcando la diferencia en la vida de muchos niños/as que Dios ha enviado a ese PEPE. María es muy conocida en la comunidad y termina protegida en su barrio porque todos saben que ella cuida a los niños/as que allí están. Con el corazón lleno de amor, una sonrisa sincera, una mirada amable, la misionera-educadora ha dedicado su vida a dar un nuevo futuro a estos niños/as.
Dios también envió a Armelaine, una voluntaria que es costurera. Ella hizo varias máscaras para que los niños/as puedan estar protegidos en el PEPE, ya que este es uno de los requisitos de bioseguridad en esa época de pandemia. Como los niños/as solo comen en el PEPE, es importante que cumplan con el requisito del gobierno para que participen de las clases.
Te pedimos que ores por el PEPE en el último lugar de la tierra, por la protección de cada niño/a. Ore también para que Dios les envíe recursos para que tengan al menos una comida al día y, así, puedan tener una mejor salud nutricional.
Ruth Saraid Cordero
Coordinadora nacional del PEPE VENEZUELA.
Carmen Ligia – Edición de lo texto.
Traducido por: Nadia Naiara Veras Araújo